El 54% de los diseñadores web varones confiesa que sueña con su trabajo.
Solamente el 36% de las diseñadoras web sufren dicha anomalía. Será porque desempeñan también las tareas del hogar y ello satura la ciencia onírica.
Estadísticas proporcionadas por el PFE (Plataforma ficticia de Encuestas)
El diseño es un arte que absorbe al que lo ejecuta. Así mismo, el diseño es un arte que se ejecuta cuando se absorbe. Dadas las horas que son necesarias para el proceso creativo, no es de extrañar que el trabajo acabe llevándose a casa o, en caso de los autónomos, la casa al trabajo.
Dentro del proceso creativo existen numerosas ramificaciones de actividad: la inspiración (a veces espontánea, a veces sacrificada) los borradores, la planificación y la ejecución. Cada una de estas actividades lleva consigo un involucrarse de lleno, un compromiso físico y mental. Conectar con el trabajo.
La conexión entre lo que deambula por la cabeza y lo que se plasma en la pantalla, no desaparece fácilmente. Todo el esfuerzo físico y mental que llevamos a cabo para lograr un buen diseño nos exprime las sensaciones, afectando también a nuestra vida social.
Cuando apagamos nuestras máquinas, nuestro cuerpo sigue elucubrando maniobras creativas, todo ello sin nuestro consentimiento. Y acaba apareciendo en nuestra franja onírica, en mitad de algún sueño (en caso de los diseñadores senior) o de alguna pesadilla (caso de los diseñadores junior y freelance)
Soñar que trabajas es un síntoma de la vida no fructífera que llevamos. Estamos embutidos en una era social donde el trabajo dignifica y nos hace sentirnos útiles. No buscamos ser personas puras, sino trabajadores efectivos.
El sueño debería ser una estado uniforme de reposo. Cuando la vida rutinaria se mezcla con nuestras fantasías en plena noche, es síntoma de que algo no funciona correctamente. Las conexiones de nuestro cerebro no fallan, sino que están sobresaturadas. Es un problema muy serio, como quedarse sin calcetines negros y tener que ir al trabajo en calcetines blancos.
Los estudios de éste fenómeno están comenzando, por lo que todavía es temprano para llegar a conclusiones, es decir, a causas y efectos. Pero los científicos, neurólogos y farmacéuticos han compartido con nosotros unas cuantas claves que pueden facilitar la conciliación de un buen sueño:
- En el momento previo a la clausura de los ojos, cuando la cabeza se halla reposando sobre la almohada, podemos pensar en las cosas que no queremos soñar. Los sueños proceden de experiencias recientes, no inmediatas, y de recuerdos de antaño. Pensar en nuestras últimas vacaciones (en caso de los autónomos, en la época de la infancia) evitará que soñemos con dichas vacaciones. Así mismo, pensar en el trabajo antes de dormir durante unos minutos puede impedir que nuestra forma de ganarnos la vida nos interrumpa el descanso.
- Otra forma de evitar la intromisión de nuestro trabajo en las fauces de Morfeo, es evitar a toda costa imitar en la cama las posturas que tenemos en nuestro puesto de trabajo. Por ejemplo, la mano no debe cerrarse cóncavamente, como hacemos cuando utilizamos el ratón, sino que debería estar lisa, como las sábanas. Ello impediría que nuestro cerebro se engañe pensando que seguimos frente al ordenador.
- Lavarse los dientes justo antes de dormir, activa las conexiones del cerebro, puesto que nos hace mover la boca en una postura cercana a una sonrisa. Irse al lecho con una sonrisa debería ser el objetivo de todo humanoide. Obviamente, no es contraproducente.
- Quedarse en blanco durante la jornada laboral, puede ocasionar apnea, un trastorno respiratorio del sueño. Para ello hay que roncar plácidamente. Los sonidos que ejecutamos con los ojos cerrados pueden molestar a nuestra mujer, pero si la mantenemos contenta a base de comprarle zapatos, todo puede solucionarse.
Soñar trabajando es un fenómeno real y serio. Y no conviene confundirlo con el fenómeno de trabajar soñando.
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